
Ni los cuerpos que intentan salvaguardar la salud se encuentran exentos de la dureza de las represalias en la guerra.
Hace algunos días conmovía ver cómo un conductor de ambulancia lloraba ante el horror que estaba presenciando. Ayer ese voluntario dedicado a salvar vidas se convirtió en una de las víctimas de este conflicto cuando su ambulancia fue alcanzada por un ataque.
Esta vez la ambulancia de la Media Luna Roja transporta a uno de los suyos, llevan su camilla hasta el hospital, pero ya era demasiado tarde.
El paramédico que hace unos días lloraba incapaz de digerir tanto sufrimiento provoca un multitudinario llanto de desconsuelo al convertirse en una de las víctimas de los ataques.
Compañeros y voluntarios quedan derrotados por el dolor, saben que la camilla, de nuevo vacía no tardará en volver a ser ocupada. Por ello son pocos los minutos que le pueden dedicar a la despedida. Hay quien se aferra a su cuerpo como el que intenta atrapar el tiempo que saben que no tienen. Porque el conflicto continúa.